La experiencia de Jose, en las protestas contra las becerradas de Algemesí

La experiencia de Zuria

27 de septiembre de 2013

La experiencia de Jose, una voluntaria de Santuario Gaia que estuvo anoche en Algemesí para defender a los terneros que son torturados y asesinados.

Después de ese largo viaje a Algemesi quisiera compartir todas o casi todas, las sensaciones que ayer tuve y hoy sigo teniendo. Sensaciones de impotencia, tristeza, miedo, rabia, unidad y amistad. Ya os podéis imaginar.

Nada más levantarme me he acordado de la pala de esa excavadora, no me la quito de la cabeza, una excavadora pequeña con una pala pequeña para transportar a esos niños que han sido torturados y posiblemente todavía no estén muertos del todo y sigan agonizando. Esa pala estaba manchada de sangre inocente, fue muy duro. La adrenalina de cuando estábamos llegando a aquel lugar donde estaba nuestra gente, pero muy pocos, pensaba que íbamos a ser muchos más. Corrimos hacia ellos, nos teníamos que juntar para protegernos, ya que estábamos en peligro. Sentíamos los gritos de odio de todos esas personas, la mayoría borrachos y drogados. Hablo también de niños de unos 15 años.

Pasamos momentos de mucha tensión. Un taurino agredió a una de nuestras compañeras, y una chica al salir corriendo, choco con el alcalde, el cual sacó pecho y la tiró al suelo. Nos tiraron una botella, pero las autoridades, en vez de controlar a esos que si eran violentos, nos controlaban a nosotros. Una verdadera vergüenza. Ver a niños y adolescentes de Algemesí ansiosos de sangre, ostentando a los antitaurinos una oreja de toro. Una experiencia terrible de verdad.

Niños pequeños nos insultaban, sintiendo ese odio hacia nosotros. Niños a los que dejan entrar a la plaza para ver como torturan a esos otros niños, a esos pobres becerritos que lo único que quieren es ser niños también, junto a sus madres y sus amigos. Sin saber lo que les espera, la peor de las pesadillas. Angelitos con esa mirada tan inocente, el horror que han de pasar. Es muy triste.

La mayor parte de la protesta estuvimos encerrados entre vallas como si nosotros fuéramos los violentos, no nos dejaban salir, pero eso sí, lo que no pudieron silenciar fueron nuestros gritos de justicia. Gritamos con todas nuestra fuerzas, y aunque nos insultaban y se burlaban de nosotros, hacíamos oídos sordos.

Un momento muy emotivo para mí en el que apenas se les oía, solo se nos oía a nosotros, fue cuando dijimos con las manos alzadas al aire y con mucho sentimiento: ¡estas son nuestras armas¡. Cada vez que me acuerdo se me ponen los pelos de punta.

Rosa y yo sobre las 24.30h nos miramos y dijimos: ahora los están matando. Momento en el que nos salieron lágrimas de impotencia.

Hoy me he levantado con una buena sensación de haber estado allí, lo volvería a hacer ahora mismo. Pero cuando he ido a buscar a mi niño al cole, que desde ayer no lo veía, lo primero que me ha preguntado ha sido: mami, ¿han matado a las vaquitas? Con esos ojitos de preocupación… Ha sido muy duro, esas vaquitas eran niños como él. Me ha llegado hasta el fondo del corazón, me ha abierto esa herida que tantas veces intento sanar, y se me ha venido todo encima de nuevo.

Ahora ya recuperada un poco más y llevando a la práctica lo que siempre me digo una y otra vez, tengo que transformar mis lágrimas en fuerza. Hay que seguir, nos necesitan y poco a poco lo estamos consiguiendo.